¿Se imaginan ustedes que el 14 de mayo, noche del pescadito, no hubiera permisos para empezar la Feria de Mayo en Torrevieja? ¿O que el 5 de julio en Pamplona, las vallas de la calle Estafeta aún estuvieran en un almacén? ¿O llegar al 25 de agosto en Buñol sin los 120.000 kilos de tomate listos para la Tomatina? ¿O que el 18 de marzo en Valencia no se hayan firmado los permisos para las mascletás? Incluso en Londres, sería inconcebible que a dos días de la regata Oxford-Cambridge, no esté acordonado el Támesis.
La respuesta es un rotundo NO. Y no porque sea imposible, sino porque esas celebraciones son la identidad de un lugar, el corazón cultural que late año tras año. Porque detrás de cada evento hay profesionales, proveedores, vecinos y negocios que viven de ello. Y porque miles de visitantes vienen, disfrutan, gastan, vuelven… y recomiendan.
Ahora bien, ¿cómo es posible que, con media costa española en plena ebullición, en Torrevieja aún estemos esperando a que los chiringuitos abran sus puertas?
Los chiringuitos no son un capricho. Son marca España, son el punto de encuentro de la vida estival, son empleo, economía, esencia mediterránea. No podemos permitirnos que, cuando ya deberíamos estar a pleno rendimiento, sigamos sin estos servicios en funcionamiento. Y lo peor no es que no estén; lo peor es que el año pasado sí estaban, desde Semana Santa.
Torrevieja no es una más. Es la referencia. Laguna Rosa, Salinas, Certamen de Habaneras, playas de bandera azul… Una joya en la Costa Blanca que cada año recibe a miles de visitantes, y cuya economía, no lo olvidemos, vive del turismo.
Entendemos que hay trámites burocráticos, que hay que respetar lo medioambiental y que los papeles no vuelan solos por las mesas. Pero cuando los aseos instalados hace casi un año siguen vallados, cuando el nuevo paseo de La Mata aún está sin entregar, cuando las calas están desatendidas, uno se pregunta: ¿de verdad sabemos en qué ciudad vivimos?
Y sí, celebramos los avances: el nuevo contrato de limpieza, el de transporte urbano, las mejoras en jardines, el lavado de cara del puerto, las luces nuevas del parque aromático. Todo eso está muy bien. Pero no se puede tapar una chapuza con otra obra más bonita.
Esto no va de buscar culpables. Va de asumir responsabilidades. Porque no se trata solo de imagen: se trata de economía, de puestos de trabajo, de calidad de vida. De nuestra imagen dentro y fuera. De que no somos solo una postal: somos un motor económico y social.
Por eso, no, no es exagerado decirlo con mayúsculas, con acento y con el alma:
¡VIVIMOS DE ESTO!
Y como tal, hay que cuidarlo. Antes de que sea tarde, y la próxima temporada nos pille otra vez… sin chiringuitos, sin excusas y con los brazos cruzados. No olvidemos que somos la quinta ciudad de la Comunidad Valenciana, pero mucho más atrás en otros aspectos.
Juan Carlos García Sala
Torrevejense del Sequión